Una joven llamada Ana vivía en una hermosa villa mexicana junto al océano. Su hermano, Marcos, había venido a visitarla después de muchos años separados.
Ana estaba encantada de conocer a su hermano y decidió prepararle unas auténticas vacaciones. Cocinó deliciosos platos mexicanos, compró el mejor vino local y decoró la casa con velas.
- "Querido hermano, ¡cómo te he echado de menos todos estos años!". - dijo Ana emocionada, abrazando a Marcos.
- "Y yo también te he echado de menos, hermana. Eres tan guapa y se te da tan bien cortejar a los invitados" sonrió Marcos, abrazando fuertemente a su hermana.
A última hora de la tarde, cuando ya habían cenado y disfrutaban de la vista del cielo estrellado, Ana cogió de repente la mano de su hermano y le dijo:
- "Marcos, sabes que siempre te he querido, pero no como un hermano.... Quiero estar contigo, ser tu mujer".
Marcos, sorprendido por estas palabras, se dio cuenta de que su hermanastra intentaba seducirle. Inmediatamente se dio cuenta de que aquello estaba mal y era inaceptable.
- Ana, ¿estás loca? Somos hermanos, no podemos hacer esto" dijo con un estremecimiento en la voz.
- "Pero Marcos, te quiero tanto.... Quédate conmigo, por favor", le suplicó Ana.
Marcos se dio cuenta de que lo más importante ahora era mantener la relación con su hermana a pesar de sus malos deseos.
- "Lo siento Ana, pero no puedo dar ese paso. Siempre seremos hermanos y nada más" dijo Marcos con firmeza.
Ana se sintió decepcionada y dolida, pero al cabo de un tiempo se dio cuenta de que Marcos tenía razón. Siguieron comunicándose como antes, se perdonaron lo ocurrido y disfrutaron juntos de unas vacaciones en el océano.